viernes, noviembre 24

Todos a la cárcel

Beijingchic empieza hoy una línea temática que vamos a llamar mujeres relevantes. Desde nuestro particular concepto de feminismo contemporáneo abrimos con nuestra primera dama, perfil elaborado por una nueva colaboradora que usa a partes iguales el bolígrafo y el cuchillo.



Gota malaya, dícese de la tortura asiática consistente en un goteo leve y lento pero insistente en el cráneo hasta llevar a la víctima a un desquiciamiento tal tan solo comparable al estado vital de Pocholo.

Así pues, no es casual que a la cacareada operación contre la corrupción marbellí se le haya denominado con dicho nombre, pues la insistencia de sus informaciones en toda la parrilla televisiva, sobre todo en las vulnerables horas de sobremesa y siesta, consiguen llevar a la audiencia al paroxismo.



Pero la semana pasada hubo un rayo de luz entre la ristra de nombres insulsos de chorizos de tres al cuarto, constructores del pelotazo y políticos facinerosos. Por fin el caso malaya hacía pasar por la trena a una de sus stars más populares, Mayte Zaldívar, que hasta el momento había bordado su papel de mujer despechada. Quizás no en la estela de Bette Davies, pero sí en la de Aurora Bautista, que al fin y al cabo es más patria y cañí, que coño. La muy digna irrumpió en el panorama televisivo de la mano de Canal Sur, reconociendo su condición de cornuda (¿hay figura más española que ésta?). Así, vociferó a todo aquel que la quiso escuchar que la Panto le había robado el marío, porque él se “había comido algún que otro filete fuera de casa, pero nunca había necesitado comprar la vaca entera” (jamás había sido tan acertado un símil ganadero). ¡Y vive Dios que la escucharon, la aclamaron y la erigieron en contertulia estrella! Que alce la mano quién no soltó una lagrimita, al verla desvalida cual polluelo Calimero, en aquella rueda infame en la que apoyaba a Cachuli certificando que no tenía una liasson con la tonadillera. Ay, parole, parole... Después de esto el camino al estrellato vino jalonado por visitas escalonadas a Salsa Rosa, también llamada Dolce Vita y por su estancia prolongada como colaboradora en A tu lado. Allí junto las grandes eminencias del periodismo rosa era respetada y su palabra era ley. Pero de sumo pontífice del caso marbellí ha pasado a una inculpada más, denigrándola a la misma condición de Isabel García Marcos.




¿Quién se lo iba a decir a ella, la reina de las bolsas de basura, cuando paseaba su palmito por Barajas tan feliz acomodada al brazo de su novio cocainómano hace apenas dos viernes? Entonces era vitoreada y fotografiada con admiración y respeto por la plebe española (que lo vieron estos ojitos que Dios me dio). Las únicas críticas recibidas hicieron diana en su estilismo y figura sin par. Verbigracia: la mujer presenta el típico tipo pollo, es decir, paticas finitas y busto abultado, todo ello acrecentado por su atavío: leggins último modelo, blusón sin forma aparente y zapatos de cuña que le otorgaban un caminar como de muñeca de Famosa que se dirige al portal. Infeliz de ella no sabía que se encaminaba irremediablemente a su particular patíbulo: su ocaso como estrella mediática.



Ahora es vituperada incluso en su propio programa dónde antaño todo eran risas y carantoñas. Todos sus defensores se han convertido en sus máximos detractores y en un país de chaqueteros es probable que ahora se alíen con la Pantoja. ¿Será esto lo que llaman España plural?

Firma invitada: Inedita

La real y dolorsa historia en La vida es rosa
o en otra línea en El País