miércoles, diciembre 6

Que se mueran los feos



Un error de juventud lo tiene cualquiera, aunque sea tan garrafal como el de Álvarez Cascos. Esto es lo que yo meditaba cuando me preguntaba qué le pudo atraer a una Gema Ruiz veinteañera del miembro más gañán del PP. Dos hijos después y tras varias temporadas de pesca del salmón en Ribadesella, Paco la dejó como un trapo sucio por una madurita con pretensiones socialistas, que ya hay que tener arrestos. Cascos la convirtió en un juguete roto. A ella tan católica, tan liberal, tan inocente que creía en el matrimonio hasta la muerte le habían dado gato por liebre. De la pletórica Gema casándose con tronío en Córdoba quedó una figura escuálida con grandes visos de anorexia que salía a cenar para ahuyentar sus penas con José María García, sí, el butanito. Inaudito.


Pero resurgió cual ave fénix con su paso por Mira quién baila donde nos mostró su arritmia y movimiento descuajeringado, como de muñeca articulable. No me digáis que no se parecía a la Nancy cuando simulabais que iba a la discoteca. Rígida y acartonada, no sabemos si en todo se moverá así. Sin embargo se le coge cariño, tan desvalida, tan falta de atención y lugar propio y con la sombra siniestra de su pasado reciente siempre acechándola. Ahora Dolce Vita la ha fichado como colaboradora estrella para exprimir al máximo su nueva faceta de chica bien mediática. Cuando le hayan sacado todo el jugo la desecharan de nuevo. Y ya se han puesto las pilas en su particular explotación de Gema, trayéndole a traición a su novio, Rafael Leflet.





Menuda decepción. A la mierda los que pensábamos que Cascos fue una obnubilación post adolescente y que Leflet parecía un buen partido para la renovada Gema. Porque NO, ahora queda ratificado, le gustan los feos. Es una opción. Leflet de lejos daba el pego. El típico señorito andaluz, cuarentón y atractivo: como sólo le quedan a los señoritos andaluces los blazers, los tejanos de colores y los jerseys anudados al cuello, el pelo engominado pa’tras marcando ondas. Señorío andaluz no exento de cashondeo y guasa pa’l cuerpo serrano. Ahora, con el primer plano y el foco acusador de Dolce Vita, todo se ha tornado en aroma a chorizuelo y amistades dudosas.

A pesar de estos indicios ella se mostró taaan enamorada que se llegó a unos extremos de edulcoramiento que incitaban al empacho o al vómito, según tu tolerancia a la noñería. Pava y cándida hasta la médula. Esa es la grandeza de las mujeres que cuando nos enamoramos lo hacemos sin concesiones, y nos da igual que el tío sea más feo que pegarle a un padre.



Y pensar que hubo un tiempo que creí que había una esperanza para ella, cuando las buenas lenguas decían que frecuentaba al mayor de los Medina, Rafa, emérito hijo de la inclasificable Nati Abascal. Aristócrata de rancio abolengo, viril hasta la médula, con facciones angulosas de un atractivo que inspira tus instintos primarios, deje andaluz en formas y maneras y un pasado turbio y oscuro que siempre hace más apetecible al objeto del deseo, porque nos ofrece más perspectivas sobre un horizonte chato. [Aunque a mí siempre me ha gustado más el hermano menor, Luis, al que le envuelve un halo de vulnerabilidad que te hace poner todavía más burra.] Pero ya se sabe era guapo, joven y la turbulencia en su pasado atañía a su progenitor y no estrictamente a Rafa. Y esas no son bazas que enamoren a la dulce y abnegada Gema.



Su novio es feo, sí y qué, pues le alabo el gusto. Porque lo importante es estar ahí, ser visible para los demás y que alguien te quiera de verdad.

Firma Invitada: Inédita

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