domingo, abril 6

¿Por qué nos gusta Lost?


Ahora que estamos en jornada de reflexión preguntándonos si realmente esta parte de la temporada ha merecido la pena y comiéndonos las uñas ante la espera del próximo episodio no está de más cuestionarse qué nos da Lost para crear tal nivel de adicción. Parece un interrogante fácil de contestar, pero tiene su intríngulis si nos decidimos a escarbar un poco más allá de lo aparente e innegable (y que alguien se atreva a refutármelo): personajes sólidos de toda raza, clase y condición (iraquí antiguo torturador al servicio del malogrado Juselin, coreanos con problemas de cuernos y mafias varias, un neurocirujano abrumado por el peso del legado paterno, una fugada de la justicia adalid de la ley integral contra la violencia de género...); actores buenorros y creíbles; una trama que te sorprende a cada paso..



En cierto grado creo que estamos tan enganchados a Lost por la fascinación que produce lo que no entendemos y no compartimos. Y no me refiero a esa isla desquiciante que guarda mil secretos y cual matrioska rusa nunca acabamos de descubrir nada, porque al desvelarse uno surge otro nuevo para nuestra desesperación y crispación rompiendo todas nuestras teorías e hipótesis. Mis tiros van por el carácter particularmente introvertido y seguidista de los personajes. Se nota que no son españoles, porque si no la serie y la trama se hubiera ido al garete a los dos días.

Vamos, quien se va a creer que meten ahí a un español y no se entera de que todo quisqui está conectado. Con lo que nos gusta largar de nosotros mismos, y en especial de nuestras miserias, si los perdidos fueran patrios ya sabrían que Jack y Claire son hermanastros, que Locke era un impedido (físico y mental), que Hurley y Libby ya habían coincidido en el frenopático, que Walt es poseedor de raros poderes telequinésicos, y un largo etcétera de causalidades nada casuales.

Además, la serie ya hubiese acabado porque no llevamos bien los liderazgos, así que nos hubiéramos enzarzado en luchas internas por el poder que habrían comportado irremediablemente el die alone que tanto propugna Jack. Y aún suponiendo que los españolitos dejasen al neurocirujano encabezar la operación, porque ya se sabe lo que nos encanta un médico y la fe ciega que depositamos en una bata blanca, por lo que no hubieran pasado nunca, pero nunca, es por la supremacía de Ben Linus, aka Henry, aka boca culo de pollo.


No sé qué genes prehistóricos se activan, pero un hispánico de pura cepa no soporta que lo toreen y menos que lo chuleen, y todavía menos un forastero, un other cualquiera. Así que el malo por antonomasia de Lost tendría los días contados, porque si no lo linchamos entre todos (una actividad extendida por la piel de toro) lo hubiéramos vilipendiado, criticado, hecho chascarrillos, puesto motes, burlado de forma tan atroz e inhumana, como sólo los españoles sabemos, que el pobretico hubiese pedido asilo político.


Y esta es mi chorra-teoría de por qué estamos yonkis de Lost, porque nos atrae que sean tan raros y se comporten tan diferentes a nosotros mismos. Y aunque aguardamos ansiosos a que se libren del dominio de Ben, por ahora el único consuelo que nos queda es insultarlo cada vez que aparece en foco y cagarnos en sus muertos. Y disfrutar de los ingenuos motes de Sawyer, el único que podría ser algo nuestro.

Avance: Fotos promocionales del episodio 9