viernes, mayo 30

Ficción en la oficina


Una de las coincidencias entre humanos es la necesidad de ocupar una porción de su tiempo vital en el trabajo. Buena parte de la población pone en hora el despertador antes de acostarse y madruga con el objetivo de dirigirse a un lugar gris con moqueta donde pasa el equivalente a un tercio de su vida. En los casos menos afortunados ese lugar es una agencia de valores, y en los mejores casos ese sitio es una playa desierta donde hay que fotografiar los pechos húmedos de la playmate del mes de enero. En cualquier caso, para la inmensa mayoría el lugar de trabajo más común es una oficina.
De un tiempo a esta parte varios guionistas han prestado atención a esta circunstancia para ambientar sus historias de ficción. El motivo no es otro que buscar un contexto autorreferencial para enmarcar un argumento en donde el espectador pueda reconocer con facilidad todos los resortes e identificar más claramente a los personajes. ¿Quién de nosotros no ha trabajado para/con algún lunático merecedor de arrastrar grilletes en Ceuta, u ocupar una celda en un manicomio, o un banco en una escuela? A poco que se piense en ello, la oficina se presta como un lugar fabuloso para rescatar historias que llevar a las pantallas, porque es la jungla urbanita de extraordinaria biodiversidad, con chivatos trepadores, felinas secretarias escotadas, jefes manipuladores de lengua bífida y un sotobosque formado por ordenadores de palo y hojarasca digital.
Esta teoría se demuestra con infinidad de ejemplos. Debido a la escasez de espacio vamos a rescatar tres muestras. Dos impuestas por la línea editorial de Beijingchic y otra aplicada por el sentido común.
En primer lugar hay que citar Caméra café, serie francesa importada por Tele 5, cuyo punto de vista se observa desde la máquina expendedora de una oficina moderna. Su situación en el espacio de descanso sirve para escuchar las conversaciones entre los distintos empleados de la empresa. La pretensión realista-humorista del entorno laboral se cumple gracias al surrealismo y al absurdo de esta serie de corte costumbrista. La fórmula de los skeches breves dirigidos por Luís Guridi funcionó durante la primera temporada y se fue debilitando conforme subieron los ratings de audiencia. Al fin, la cadena privada exprimió tanto la serie que consiguió amargar el zumo de realidad.
En segundo lugar mencionar The Office, sitcom creada por Ricky Gervais y Stephen Merchant para la BBC, y adaptada más tarde por Greg Daniels (ex Saturday Night Live, ex The Simpsons) para la NBC norteamericana. Rodada en formato de falso documental, la serie trata la vida de los empleados de la compañía papelera Dunder Mifflin en Scranton, Pensilvania, con un tono mordaz, satírico y ácido que sirve como acompañamiento a una historia de amor clásica (y un poco almibarada). En la The Office yanqui destaca el jefe, Michael Scott (Steve Carrell), una fábrica de crear situaciones bochornosas capaces de ruborizar al espectador más cínico.

The Office UK (con Ricky Gervais)




The Office USA (con Steve Carell)


Y por último, la referencia cinematográfica de la semana: El jefe de todo esto (Direktoeren for det hele, Lars Von Trier, Dinamarca, 2006), película que sirvió para interrumpir la trilogía americana del director danés (Dogville, Manderlay) con el fin de construir una comedia clásica muy alejada de sus anteriores incursiones en el cine/la vida (Europa, Rompiendo las olas, Bailar en la oscuridad…). En este caso, el singular Von Trier aparca el cine Dogma para utilizar la técnica del Framing, consistente en colocar la cámara fija en un punto de la escena sin moverse, con lo que, en ocasiones, los actores quedan seccionados o algún elemento no queda encuadrado correctamente.
El punto de partida es un actor contratado para hacerse pasar por el jefe de una empresa informática danesa para ocultar al verdadero jefe que toma medidas impopulares. Los empleados conocerán por primera vez a su director, con el que sólo se han comunicado a través del mail. A cada uno le han dicho cosas diferentes, con lo que el actor tendrá que construir un personaje incoherente…
Esta película sin grandes pretensiones (austeridad de escenarios, actores no comerciales e importancia de la palabra en lugar de la imagen) se recomienda porque tiene momentos muy graciosos y también porque es metacinematográfica, y Von Trier tira contra los endiosados actores (lo que siempre se agradece) ofreciendo una regocijante tira de cine tan personal como es habitual en él. Además, la peli cuenta con el aliciente de descubrir un tesoro dentro de ella por el que pueden hasta pagarte…
(http://www.abc.es/hemeroteca/historico-08-12-2006/abc/Espectaculos/von-trier-rueda-un-acertijo-con-4000-euros-de-premio_153349392904.html )



Guillermo T. Coyote